¿La humildad en la función directiva?
En mi observación he podido percatarme de la eficacia
de algunos de ellos no solo en la consecución de sus metas sino también en la
creación de organizaciones ganadoras. Con franqueza he decir que este tipo de
directivos los cuento con una mano.
En el otro espectro, están aquellos que sin duda han
tenido grandes logros, han sido capaces de crecer en el ámbito organizacional
con cierta facilidad o mediante la imposición de sus ideas a fin de sacar
adelante sus propios objetivos personales.
Pero, ¿qué distingue a unos y otros? ¿Por qué es más
fácil ser de los segundos, es decir, ser capaces de llegar a filas altas de la
organización pero a costa de la misma? ¿Cuál es mi propia reflexión personal
acerca de mi quehacer directivo? ¿Cuál es el mensaje que me toca recibir en mi
propia jornada de liderazgo?
De esto se tratará el documento, de obtener de la obra
de Carlos Llano, “Humildad y Liderazgo” aprendizajes que sirvan para más o menos responder a estas inquietudes que en mi
formación y en mi profesión son realidades cotidianas.
En la obra se reconoce que la función directiva tiene
tres grandes momentos para entenderla por sus acciones: Diagnóstico, Decisión y
Mando de Hombres (y Mujeres).
El directivo capaz de
identificar la situación con claridad, con objetividad sin ponerse antes él
mismo como el protagonista por encima de la situación, de la realidad objetiva
para entender el punto de partida, logra una eficacia importante en su quehacer
directivo. Lo cierto es que para lograr este grado de objetividad, es necesario
que se desprenda de sí mismo, de sus ideas preliminares, de sus experiencias de
éxito y de sus logros pasados. Para hacerlo cierto, a de practicar la humildad
para no anteponer el Yo a la realidad y con ello tener claridad de observación
y mente para lograr un diagnóstico eficaz… ¿Pero qué es humildad y cómo influye
en mi capacidad de hacer diagnósticos?
La Humildad, de
acuerdo a Tomás de Aquino, es la virtud por la que refrenamos nuestras
apetencias a tender a aquellas realidades que nos superan. Carlos Llano, la
identifica como el conocimiento verdadero del yo. Es decir, la capacidad que
tengo de saber que soy un hombre o mujer en constante evolución, en constante
formación para lograr ser la mejor versión que puedo ser de mí mismo. Pero para
lograr acceder a la humildad, tendremos que dejar de lado nuestro ser egoísta y
vanidoso.
En el directivo de
primera línea en ocasiones la luz que reciben, es decir la atención recibida,
por el lugar en el que operan, los deslumbra al punto de pensar, que ellos son
la razón de ser de la organización para la que trabajan. No se dan cuenta que
esa luz es temporal y que la organización los trasciende.
Una vez que el
diagnóstico objetivo es claro, la siguiente función directiva es elegir el
destino, decidir sobre aquello que se ha encontrado para entender las
oportunidades que la empresa puede tener. La definición y decisión de qué META
perseguir debe ser Magnánima. Tiene que ver con el Sueño que se quiere
alcanzar, y este sin duda hablará del directivo al frente de esta necesidad y
reto organizacional. Para lograrlo también ha de requerirse la humildad como
instrumento para estar atento a las observaciones del equipo con el que se
trabaja. Fijar una Meta no es tarea sencilla, pero lo es menos cuando se carece
de confianza en el equipo para entender que para llegar a la meta, no será por
designio sino por convencimiento, no será en solitario sino en el
acompañamiento convencido de aquellos que sirven también a la organización
dirigida. Pero ¿qué significa que la meta sea magnánima? Que inspire al otro a
dar lo mejor de sí mismo, que lo rete a buscar alcanzar nuevas capacidades para
llevarla a cabo, y que en el camino a lograrla sea una jornada que no solo
provoque cansancio sino frutos por el esfuerzo obtenido, porque ha sido una
meta lo suficientemente retadora pero a su vez alcanzable.
Al definir la meta,
el director también muestra su audacia personal, es decir el valor y el coraje
para llevar a cabo la gran meta. Es vencer el miedo y la pusilanimidad al
pensar que el esfuerzo no valdrá la pena. Es en la audacia que el líder muestra
la humildad entendiendo que esta jornada no ha de llevarse a cabo en soledad,
sino con la ayuda de hombres y mujeres decididos a alcanzarla. Un líder audaz
vence sus miedos y es humilde para caminar el camino con otros, nunca en
soledad. La desconfianza del equipo hará al audaz, ingenuo.
La tercera acción
directiva que es la primera en distinción es la capacidad de Mando, es decir,
la capacidad para llevar a cabo la gran meta, la ejecución de la meta. Algunos
directivos logran decir el qué, el dónde, pero no instrumentar el cómo.
Pero para lograrlo,
la persona del directivo, tiene que saber mandarse, es decir auto-dominarse y
para ello tendrá que ser capaz de desarrollar estas propias capacidades.
La primera de ellas,
la confianza, mi capacidad de ser digno de confianza. De que el otro sepa con
certeza que lo que yo he dicho que haré suceda. Que además lo haga con integridad
y de acuerdo a los principios y valores que digo tener. De no hacerlo, mi
capacidad de influencia se limita por esta misma inconsistencia entre mi hablar
y mi actuar. No puedo exigir una cultura organizacional diferente si yo no soy
capaz de comportarme de acuerdo a los principios que exijo en los otros. Se
llama también congruencia en el dirigir. ¿Cómo me doy cuenta que soy
incongruente en una posición directiva? Con suerte, alguien con valor llega a
decirlo. A veces alguien del equipo inmediato mediante los canales
institucionales de retroalimentación, en otras, algún ingenuo organizacional
que por impulso y cansancio decide cuestionar lo que sucede incluso a costa de
su propia seguridad laboral.
La segunda capacidad
de autodominio, es la fortaleza, la virtud que hace que el esfuerzo se
presente, ante las amenazas, las dificultades y los grandes retos que implica
hacer empresa. La fortaleza no para ir contra los débiles, sino para sacar
coraje necesario, templanza para resistir ante las circunstancias ajenas al yo
y dirigir el barco incluso pese a las tempestades. El fuerte tendrá que ser
claro y no huir, o evadirse de las cosas pensando que en otro lugar, las cosas
serán mejor, sino para atender los cambios que han de requerirse para seguir
avanzando. El fuerte es flexible, resiliente, capaz de recuperarse de las
caídas y aprender. Y para aprender, la humildad nuevamente se hace presente.
La tercera capacidad
de autodominio, es la constancia, la capacidad para enfocar, para ejercer la
energía donde es mejor hacerlo. El consistente es capaz de renunciar a los
placeres deleitables del corto plazo para buscar aquellos de largo plazo, el
bien mayor. Ser líder implica esfuerzo, en palabras de James Hunter. También
para renunciar a mis apetencias del yo, necesito por lo tanto, humildad y
templanza para lograrlo.
Si decido ser efectivo en el mando, tendré que tener la capacidad de ser digno
de confianza y de actuar con integridad, la fortaleza para esforzarme y
enfrentar con valor las dificultades que se me presentan y la constancia para
no ser corredor de velocidad sino de maratón, con la inteligencia suficiente
que me impulse a lograr la Gran meta, no a costa de los míos, sino con los míos
para que en conjunto el bien mayor, crecer en lo individual, colectivo y
organizacional resulte.
Para recordar...
Tú
ya llegaste a la cima (Carta al jefe)
Carta elaborada por Mario A. Ortiz Martínez
Si eres un Alto
Ejecutivo en tu corporación, dueño de tu empresa, el Jefe, el Gerente o el
Director…
Solamente te pido me
dejes hacerte algunas preguntas:
1. ¿Reconoces cuánto poder tienes?
2. ¿Te das cuenta que en cada interacción que tienes tocas a las personas?
3. ¿Qué piensas de que un gran número de tus empleados consideren que los más resistentes al cambio sean precisamente los que dirigen a la organización?
Estoy seguro que los
méritos para estar donde estás los tienes, mi petición está vez trata de lo
siguiente.
¿Haber qué te parece?
Date un tiempo para
conocer a las personas que están detrás de los puestos, ¡a todos! sin importar
su nivel… ¡Ah, ya sé! No tienes tiempo porque debes pensar en las prioridades
estratégicas de tu organización, para eso te pagan. Tienes razón. Aunque no
existe ninguna estrategia que haya sido ejecutada sin personas talentosas y
comprometidas. Que si no lo hacen ¡los corres! también tienes razón, por
supuesto que tienes ese poder. Aunque por cada colaborador que despides los
costos implícitos en la recontratación y el tiempo que tardan en aprender su
rol impactan en tu negocio. Vamos, estoy seguro que ya lo has pensado antes.
Otra cosa… si puedes,
sé agradecido, la gente lo va a saber valorar. ¡Ah!, pero si tú les pagas para
que hagan su trabajo ¿no? ¿Qué más agradecimiento que eso? Cierto, el dinero
que reciben es bien valorado, por ello en gran medida la gente decide ingresar
a un trabajo, sin embargo, lo que hace que se queden es la calidad que tienen
en el trato que reciben por sus jefes.
Pues bien mi Estimad@, aquí
estás como hombre o mujer de negocios con el gran poder para cambiar el rumbo
de tu empresa. Tu ejemplo, lo que haces y dejas de hacer emite mensajes que
consciente o inconscientemente entregas a tu equipo, a tu organización y a la
comunidad en donde haces negocio.
Cierto, me emocioné…
No sé qué estaba pensando. Lo que pasa
es que tú ya llegaste a la cima y ya no tienes nada más que aprender ¿verdad?
Para eso se requiere HUMILDAD.
Solo como última idea
en esta carta que un día, un empleado de algún lugar, escribió para gente que
tiene poder.
Si eres el de hasta
arriba, impulsa nuevas maneras de hacer las cosas, atrévete a cambiar y a
escuchar más a tu gente. Al menos maneja la apertura como una ventaja para que
tengan más confianza en ti, no significa que dejes tu poder para decidir y
conducir a tus equipos hacia donde es más benéfico para la organización.
Significa reconocer al ser humano detrás del puesto y a impulsar su talento
mediante retos concretos que los ayuden a seguir desarrollándose.
UN GRAN LÍDER INSPIRA, MODELA Y TRASCIENDE SU ORGANIZACIÓN CON HUMILDAD,
FIRMEZA Y RESPETO POR EL OTRO